La primera vez que me
mudé sola, fue a un departamento en el 7º piso, el ruido del tráfico no era tan
fuerte como esperaba, se escuchaba a lo lejos y el canto de los pájaros se
escuchaban con mucha claridad. En el techo de la habitación había un llamador de
ángeles un tanto extraño jamás había visto uno parecido, aún así era lindo, el
ruido que hacía era dulce pero me
provocaba escalofríos, decidí quitarlo y guardarlo en el viejo armario que
habían dejado los dueños anteriores. Como iba a vivir sola, ese lugar me
parecía perfecto, además en el piso vivían una madre soltera, Marcela, con sus dos
hijos, y una anciana llamada Doña Shnitzler que al parecer tenía más años que
la Biblia misma.
El chirrido de la
puerta de mi departamento al abrirse y cerrarse ya no me irritaba, también mis
oídos se acostumbraron a las risas y llanto de los chicos, al eco de la pelota
que iba y venía por el pasillo, los gritos de la madre mientras los regañaba y
la música clásica que sonaba en el tocadiscos de la señora, ya se me había
hecho costumbre. Habían pasado solo dos meses desde mi mudanza y aún así seguía
sintiendo un ambiente pesado al entrar, muy tenso como si no me quisieran ahí.
Muchas veces, cuando volvía de trabajar, la decrépita vieja y la depresiva
madre solera, se encontraban hablando, podía escuchar el murmullo, pero no
podía entender lo que decían, cuando me veían acercarme, se hacía un silencio
sepulcral el cual yo siempre rompía al decir “Buenas noches Doña Shnitzler, Buenas
noches Marcela”, pero jamás contestaban.
Una noche mientras
dormía, escuchaba al llamador de ángeles que yacía en mi cuarto apenas me mudé,
el sonido era cada vez más fuerte y rápido, como si hubiera una ráfaga muy
fuerte en mi cuarto, unas heladas manos que sostenían mi cabeza para susurrarme
al oído algo que no pude descifrar, me despertó. No encontraba el botón de la
lamparita de luz en la oscuridad, mis manos temblorosas tiraron lo que había en
la mesita de luz, tiré mi celular, un cuadro y algunos papeles, mi
desesperación terminó justo cuando escuché el click del botón. Estaba agitada,
transpirada, asustada, me sentía observada pero no había nada ni nadie, no
estaba el llamador de ángeles, estaba sola en la helada habitación, sólo podía
escuchar los latidos de mi corazón que iban a mil por segundo y mi fuerte respiración
“Fue una pesadilla” me dije muchas veces para convencerme y tranquilizarme.
El gallo de la alarma
del celular me despertó, culpé a la comida china por las pesadillas, seguramente
me había caído mal. Comencé mi rutina como siempre, fui al baño para lavarme la
cara y los dientes, al ver el espejo noté la marca de una mano, supuse que era
mía porque no era muy grande y además, no quería sugestionarme más de lo que estaba.
Ese día, las horas pasaron volando, el sonido del reloj me atormentaba, lo que
menos quería era volver a mi casa. Llegué al edificio, al abrir la puerta de
entrada intenté prender la luz pero no andaba, al parecer se había cortado la
luz, el eco de mis pasos me ponían nerviosa, escuchaba como se alejaba el
sonido, cada tanto me daba vuelta para
ver que nadie me siguiera, subir los 7 pisos fueron eternos, mientras subía
escuchaba a lo lejos cantos extraños, a medida que me acercaba era cada vez más
fuerte pero cuando llegué a mi piso sólo podía escuchar gente hablando en el
departamento de Doña Shnitzler. Cuando abría la puerta de mi casa, miré hacia
el largo pasillo que había a mi izquierda, noté una figura que podía ser
distinguida en la oscuridad, mis manos transpiraban, el ruido de las llaves
iban al compás de mi temblor, cuando por fin pude abrirla entré lo más rápido
que pude y cerré con llave. Se escuchaban paso fuera de mi puerta, como si
muchas personas estuvieran afuera esperando algo o alguien, podía notar por
debajo de la puerta luces, como de velas. Mi respiración era agitada y los
latidos de mi corazón resonaban en toda la habitación, abrí la ventana para
poder respirar mejor, era tanto el silencio que podía escuchar hasta mi sangre
fluir. Desde planta baja, un llanto subía a toda velocidad, era un grito de
dolor, de desesperación, agonía y mucho odio. Cerré la ventana sin dubitar ni
pensar, el miedo se había apoderado de mí, un golpe seco en la ventana me hizo
reaccionar y desde el rincón del living pude notar en la ventana una cara, sus
ojos parecían desorbitados, un olor nauseabundo como podrido invadía el lugar y
una sonrisa maligna me hizo paralizar de nuevo. Tocaron la puerta, un golpe,
dos, tres, cuatro, cinco, seis golpes y así sucesivamente, era como un patrón
pero cada vez eran más y más rápidos, me tapé los oídos para aislar el ruido,
hasta que de un momento a otro paró. Volvió a nacer el silencio sepulcral, no
se escuchaban pasos, ni llantos, ni cantos, era solo mi respiración, mi corazón
y mi pulso. Pude escuchar que en mi cuarto se abría el viejo armario, el canto
del llamador de ángeles se acercaba donde yo me encontraba, decidí salir de
allí sabiendo que lo peor se encontraba fuera. Para mi sorpresa, al alumbrar
con mi celular no vi nada, tenía que salir de ahí lo antes posible, bajé las
escaleras corriendo, saltando y tropezando, todo mi cuerpo me temblaba, me
resultaba extraño no escuchar ni el volar de una mosca. Al llegar al 3º piso mi
celular se apagó, el sonido que hizo se propagó por todo el edificio. A lo
lejos, pude notar la silueta que había visto antes, sentí una respiración helada
justo detrás de mí, tenía miedo de darme vuelta, se escuchaban cantos otra vez,
junto con tambores y pisadas al ritmo de la música. Cuando alumbré el pasillo
para seguir bajando, vi personas vestidas con capas negras y sólo una con capa
roja, al parecer era el jefe, cuando atiné a correr, retumbó un golpe seco en
todo el lugar, me habían golpeado en la cabeza. Al despertarme estaba atada en
una extraña mesa, mientras cantaban el líder se acercaba a mí, cuando lo tuve
cerca me di cuenta que era Doña Shnitzler, grité lo más que pude, largué un
último alarido luego que mi garganta fuera cortada, fui acuchillada repetidas
veces en el cuerpo, mientras agonizaba los cantos eran cada vez más fuertes, el
fuego de las velas crecían más, pude escuchar el sonido del llamador de
ángeles, dulce pero me irritaba a pesar de estar muriendo, la criatura que
había visto antes ahora estaba en esa habitación pero nadie parecía verla. Me
llevó con ella a un lugar sacado de una pesadilla, donde gobernaban los gritos
de dolor y lamentos.