viernes, abril 17

7º piso

La primera vez que me mudé sola, fue a un departamento en el 7º piso, el ruido del tráfico no era tan fuerte como esperaba, se escuchaba a lo lejos y el canto de los pájaros se escuchaban con mucha claridad. En el techo de la habitación había un llamador de ángeles un tanto extraño jamás había visto uno parecido, aún así era lindo, el ruido que  hacía era dulce pero me provocaba escalofríos, decidí quitarlo y guardarlo en el viejo armario que habían dejado los dueños anteriores. Como iba a vivir sola, ese lugar me parecía perfecto, además en el piso vivían una madre soltera, Marcela, con sus dos hijos, y una anciana llamada Doña Shnitzler que al parecer tenía más años que la Biblia misma.
El chirrido de la puerta de mi departamento al abrirse y cerrarse ya no me irritaba, también mis oídos se acostumbraron a las risas y llanto de los chicos, al eco de la pelota que iba y venía por el pasillo, los gritos de la madre mientras los regañaba y la música clásica que sonaba en el tocadiscos de la señora, ya se me había hecho costumbre. Habían pasado solo dos meses desde mi mudanza y aún así seguía sintiendo un ambiente pesado al entrar, muy tenso como si no me quisieran ahí. Muchas veces, cuando volvía de trabajar, la decrépita vieja y la depresiva madre solera, se encontraban hablando, podía escuchar el murmullo, pero no podía entender lo que decían, cuando me veían acercarme, se hacía un silencio sepulcral el cual yo siempre rompía al decir “Buenas noches Doña Shnitzler, Buenas noches Marcela”, pero jamás contestaban.
Una noche mientras dormía, escuchaba al llamador de ángeles que yacía en mi cuarto apenas me mudé, el sonido era cada vez más fuerte y rápido, como si hubiera una ráfaga muy fuerte en mi cuarto, unas heladas manos que sostenían mi cabeza para susurrarme al oído algo que no pude descifrar, me despertó. No encontraba el botón de la lamparita de luz en la oscuridad, mis manos temblorosas tiraron lo que había en la mesita de luz, tiré mi celular, un cuadro y algunos papeles, mi desesperación terminó justo cuando escuché el click del botón. Estaba agitada, transpirada, asustada, me sentía observada pero no había nada ni nadie, no estaba el llamador de ángeles, estaba sola en la helada habitación, sólo podía escuchar los latidos de mi corazón que iban a mil por segundo y mi fuerte respiración “Fue una pesadilla” me dije muchas veces para convencerme y tranquilizarme.

El gallo de la alarma del celular me despertó, culpé a la comida china por las pesadillas, seguramente me había caído mal. Comencé mi rutina como siempre, fui al baño para lavarme la cara y los dientes, al ver el espejo noté la marca de una mano, supuse que era mía porque no era muy grande y además, no quería sugestionarme más de lo que estaba. Ese día, las horas pasaron volando, el sonido del reloj me atormentaba, lo que menos quería era volver a mi casa. Llegué al edificio, al abrir la puerta de entrada intenté prender la luz pero no andaba, al parecer se había cortado la luz, el eco de mis pasos me ponían nerviosa, escuchaba como se alejaba el sonido,  cada tanto me daba vuelta para ver que nadie me siguiera, subir los 7 pisos fueron eternos, mientras subía escuchaba a lo lejos cantos extraños, a medida que me acercaba era cada vez más fuerte pero cuando llegué a mi piso sólo podía escuchar gente hablando en el departamento de Doña Shnitzler. Cuando abría la puerta de mi casa, miré hacia el largo pasillo que había a mi izquierda, noté una figura que podía ser distinguida en la oscuridad, mis manos transpiraban, el ruido de las llaves iban al compás de mi temblor, cuando por fin pude abrirla entré lo más rápido que pude y cerré con llave. Se escuchaban paso fuera de mi puerta, como si muchas personas estuvieran afuera esperando algo o alguien, podía notar por debajo de la puerta luces, como de velas. Mi respiración era agitada y los latidos de mi corazón resonaban en toda la habitación, abrí la ventana para poder respirar mejor, era tanto el silencio que podía escuchar hasta mi sangre fluir. Desde planta baja, un llanto subía a toda velocidad, era un grito de dolor, de desesperación, agonía y mucho odio. Cerré la ventana sin dubitar ni pensar, el miedo se había apoderado de mí, un golpe seco en la ventana me hizo reaccionar y desde el rincón del living pude notar en la ventana una cara, sus ojos parecían desorbitados, un olor nauseabundo como podrido invadía el lugar y una sonrisa maligna me hizo paralizar de nuevo. Tocaron la puerta, un golpe, dos, tres, cuatro, cinco, seis golpes y así sucesivamente, era como un patrón pero cada vez eran más y más rápidos, me tapé los oídos para aislar el ruido, hasta que de un momento a otro paró. Volvió a nacer el silencio sepulcral, no se escuchaban pasos, ni llantos, ni cantos, era solo mi respiración, mi corazón y mi pulso. Pude escuchar que en mi cuarto se abría el viejo armario, el canto del llamador de ángeles se acercaba donde yo me encontraba, decidí salir de allí sabiendo que lo peor se encontraba fuera. Para mi sorpresa, al alumbrar con mi celular no vi nada, tenía que salir de ahí lo antes posible, bajé las escaleras corriendo, saltando y tropezando, todo mi cuerpo me temblaba, me resultaba extraño no escuchar ni el volar de una mosca. Al llegar al 3º piso mi celular se apagó, el sonido que hizo se propagó por todo el edificio. A lo lejos, pude notar la silueta que había visto antes, sentí una respiración helada justo detrás de mí, tenía miedo de darme vuelta, se escuchaban cantos otra vez, junto con tambores y pisadas al ritmo de la música. Cuando alumbré el pasillo para seguir bajando, vi personas vestidas con capas negras y sólo una con capa roja, al parecer era el jefe, cuando atiné a correr, retumbó un golpe seco en todo el lugar, me habían golpeado en la cabeza. Al despertarme estaba atada en una extraña mesa, mientras cantaban el líder se acercaba a mí, cuando lo tuve cerca me di cuenta que era Doña Shnitzler, grité lo más que pude, largué un último alarido luego que mi garganta fuera cortada, fui acuchillada repetidas veces en el cuerpo, mientras agonizaba los cantos eran cada vez más fuertes, el fuego de las velas crecían más, pude escuchar el sonido del llamador de ángeles, dulce pero me irritaba a pesar de estar muriendo, la criatura que había visto antes ahora estaba en esa habitación pero nadie parecía verla. Me llevó con ella a un lugar sacado de una pesadilla, donde gobernaban los gritos de dolor y lamentos.

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